Época: Vida cot fin XX
Inicio: Año 1973
Fin: Año 2000

Antecedente:
Vida cotidiana a finales del siglo XX
Siguientes:
La resaca de Mayo del 68
El movimiento feminista
El movimiento ecologista
El movimiento pacifista

(C) Isabel Cervera



Comentario

En los últimos veinticinco años toda una serie de fenómenos sociales y políticos ha llamado la atención de medios de comunicación, politólogos y sociólogos: la irrupción en la escena pública de las sociedades industrialmente avanzadas de los llamados nuevos movimientos sociales, en referencia a los movimientos feministas, ecologista y pacifistas, así como de nuevas organizaciones políticas cuyo espectro abarca los denominados partidos de nueva izquierda y los partidos verdes. Con el calificativo de nuevos movimientos y nuevos partidos se ha querido poner de manifiesto desde los propios actores sociales y desde los investigadores la distancia que los separa de las formas, métodos y objetivos de los tradicionales movimientos sociales y partidos surgidos al calor del desarrollo de las sociedades industriales, particularmente respecto del movimiento obrero y de la izquierda tradicional en su doble vertiente socialdemócrata y comunista. Los movimientos sociales tradicionales surgidos con la sociedad industrial nacieron y se desarrollaron sobre una base clasista, que respondía a la estructura social característica de las sociedades industriales desde su nacimiento hasta mediados del siglo XX. Dicha estructura social se caracteriza por una clara polarización en función de las posiciones económicas y sociales que ocupaban los distintos grupos. Las transformaciones en los modos, las costumbres y las cosmovisiones asociadas al nacimiento de la sociedad industrial coadyuvaron a la formación de los distintos movimientos sociales a lo largo del siglo XIX. Resistencias e innovaciones contribuyeron a configurar las formas de respuesta social del conflicto.S urgieron así nuevas identidades, nuevas cosmovisiones y representaciones que dotaron de cohesión interna a los distintos grupos sociales en pugna. El marxismo actuó de cimentador de las señas de identidad del movimiento obrero, dotándole de un discurso, un modelo organizativo, una práctica política y social y un horizonte que hicieron posible la cristalización de dicho movimiento como la clase obrera, transformando al proletariado en uno de los principales agentes de la sociedad industrial. Los nacionalismos populistas surgidos en el último tercio del siglo XIX, particularmente en Centroeuropa, actuaron de manera similar entre aquellos grupos sociales que se sentían amenazados por el avance de los procesos de industrialización; sus discursos se fundamentaron y edificaron en contraposición con los valores y los grupos que encarnaban la sociedad industrial, tanto el capitalismo, identificado míticamente con el capitalista financiaron simbolizado por el judío, reelaborando sobre nuevas bases el secular antisemitismo de la civilización occidental, como del proletario revolucionario, construyendo unas mitologías basadas en una serie de contraposiciones: taller frente a fábrica, tierra y propiedad frente a especulación, familia frente a individualismo, nación frente a internacionalismo, tradición frente a revolución, raza frente a clase, comunidad frente a socialismo... En contraposición, los nuevos movimientos sociales se nutren de activistas y simpatías de todos los sectores de la estructura de las sociedades industrialmente avanzadas. Se caracterizan por el tono global de sus postulados, dirigidos al conjunto de la sociedad y no a ningún grupo en particular en función de la posición que ocupa social y económicamente. Se caracterizan también por el carácter global de sus reivindicaciones y, a la vez, por el carácter particular de los objetivos y propuestas. Actúan más en la dirección de provocar cambios globales en la escala de valores que con el fin de generar alteraciones en las bases funcionales del sistema político. Los movimientos ecologistas y por la paz reclutan efectivos y simpatías en un difuso arco de la estructura social. El movimiento feminista, por ejemplo, obtiene apoyos sobre la base de la desigualdad de las mujeres como género, independientemente de su posición en la estructura social. Por otra parte, el sistema social de los países industrialmente avanzados ha mostrado una gran flexibilidad a la hora de incorporar algunas de las demandas de estos movimientos. A ello ha contribuido la cristalización de la democracia como el sistema político asociado a las "sociedades del bienestar". El juego político del sistema de partidos se fundamenta en la conquista de mayorías sociales, obligando a los partidos a presentar programas y a actuar de conformidad con los valores y reivindicaciones predominantes en la sociedad. De tal manera que, cuando un determinado valor o demanda es asumido por un amplio sector de la población, este nuevo valor o demanda es incorporado por el sistema político. Este carácter magmático de las sociedades del bienestar ha permitido incorporar progresivamente reivindicaciones y valores de los movimientos sociales, ofreciendo salidas consensuales a las contradicciones presentes en la estructura social, imposibilitando, o al menos debilitando, la confrontación radical entre grupos, en favor de procesos de ósmosis social.Esta porosidad de la sociedad ha influido en la dinámica de los nuevos movimientos sociales, el pluralismo ha encontrado traducción en dichos movimientos, la herencia antiautoritaria de las revueltas del 68 ha empujado en la misma dirección, por lo que la cohesión se ha centrado en la asunción y defensa de nuevos valores y no en el ámbito organizativo, donde han primado los mecanismos de democracia de base y descentralización, mostrando los grupos dinamizadores una fuerte inestabilidad compatible con la permanencia de los nuevos movimientos sociales. La flexibilidad organizativa, con la consiguiente entrada y salida permanentes de activistas, responde al carácter difuso del apoyo social que obtienen, en concordancia con los ciclos de movilización y desmovilización que les caracterizan. Sus formas de actuación tratan de optimizar los mecanismos de las "sociedades mediáticas". Las campañas son pensadas y organizadas para obtener la mayor repercusión en los mass-media e influir desde ahí a la opinión pública. El espacio del conflicto se desplaza desde el centro de trabajo -la fábrica- a la calle y a los medios de comunicación, en función del carácter global de sus reivindicaciones y de las transformaciones socioculturales asociadas al papel dominante de los mass-media.